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Ilustración de Zach Weinersmith

Año 2020. Vivimos en un momento clave, en el que a marchas forzadas nos estamos cuestionando muchos aspectos de nuestras vidas  que tienen que ver con la incertidumbre de nuestro futuro profesional, con la forma en la que nos enfrentamos a los problemas, con la forma de relacionarnos con las personas, con las más cercanas de forma ininterrumpida y con los demás a través de Internet. Cambios que de una forma u otra nos suponen verdaderos retos personales y profesionales, que nos hacen mirar al futuro en clave de desconcierto, de desconocimiento absoluto sobre qué nos espera a partir de ahora.

Por otra parte, estamos aprendiendo a relativizar lo que en nuestro habitual día a día creíamos de suma importancia antes de vivir confinados en nuestras casas. O aquello que la publicidad nos había hecho creer que era importante. Por ejemplo las “necesidades” relacionadas con el consumo indiscriminado, la hiper productividad, los compromisos sociales, etc.

Todo está cambiando, para bien y para mal. Y o bien somos capaces de adaptarnos a la nueva situación, a los nuevos tiempos y a las futuras potenciales amenazas, o viviremos amedrentados el resto de nuestros días. Profesionalmente hablando nos estamos dando cuenta del valor de profesiones que en épocas de ¿normalidad? pasamos por alto e incluso creemos de segunda categoría. Y desde luego, ni el big data, ni la inteligencia artificial, ni el blockchain ni ninguna tecnología que estaba llamada hace unos días a la revolución y evolución de las empresas, esta llamada a ser ahora punta de lanza de la verdadera adaptación y transformación social. Muchas empresas deberán replantearse su propia identidad corporativa a nivel conceptual, y buscar un camino sólido más allá de la mera productividad y de las cifras de negocio.

Ni la clase política, ni los economistas, ni los más exitosos empresarios, ni los nuevos gurús de las redes sociales van a liderar el cambio social que se avecina. Es la propia sociedad, el conjunto de las personas, y de manera colectiva, la que debe articular este cambio al nuevo escenario social, por ahora desconocido, incierto. La innovación social está destacando como modelo de solución de aquello que los dirigentes no son capaces de liderar. De articular las soluciones y poner de acuerdo a las personas que las grandes empresas no son capaces de encabezar desde el principio, y que estas, casi siempre por detrás de iniciativas ciudadanas y de pequeñas corporaciones, pisan el protagonismo de colectivos de personas que sin verdadero ánimo de lucro están regalando su tiempo y esfuerzo por el bien común. Sin necesidad de obtener beneficios en cuanto a imagen de marca se refiere.

Con todo esto, el talento creativo se impone al talento tecnológico a la hora de diseñar soluciones iniciales que favorezcan a una rápida adaptación y evolución social a un futuro mejor, a un futuro en el que las capacidades de las personas estén por encima de su mera productividad. Es el momento de una verdadera innovación, no tecnológica, sino en los diferentes procesos conceptuales de cada uno de los campos de desarrollo de nuestra sociedad. Incluido el tecnológico. Nunca tan importante ha sido que la tecnología se ponga al servicio de las personas, que son estas quienes y para quienes se diseña la tecnología, y que dejemos de poner a las personas al servicio de la tecnología. El futuro no es tecnológico, es siempre humano.

A través de la creatividad, del pensamiento crítico y del sentimiento artístico, los/as artistas y creativos/as interpretamos en clave de verdadera innovación el mundo que nos rodea y diseñamos el futuro con una visión basada en las emociones. A nivel profesional somos capaces de liderar una transformación creativa a través del diseño de proyectos de alto impacto emocional en las organizaciones y poner en valor a las personas y sus capacidades, no solo de producción, sino de relación y todas aquellas relacionadas con las llamadas soft skills.

Es el momento de la innovación social, de la transformación creativa, del diseño y puesta en marcha de proyectos de hibridación multidisciplinares, de la eliminación de las fronteras entre Ciencia, Arte y Tecnología, de la co creación y de creer en el ser humano como el jugador revelación de esta nueva transformación social.